25 de marzo de 2011

Esos ojos verdes.. (IV)

Comenzó a anochecer.
Ariel y Dominique seguían divirtiéndose en la hamaca; se turnaban esa ala de madera que las hacia volar lejos. Aunque por momentos discutían porque querían hamacarse más tiempo, terminaban acordando cinco minutos más para cada una. En un momento Dominique, mientras empujaba a Ariel, advirtió que de pronto todo estaba más oscuro que cuando habían llegado. Ni ella sabe por que, pero empujó un poco más fuerte la hamaca y corrió frente a Ariel, quien se sorprendió al ver a Dominique en el medio de su trayectoria y trató de frenar; pero obviamente, no pudo. Cayó encima de ella. Esta vez las dos quedaron mirándose a los ojos.
Mudas, inmóviles, hipnotizadas una con los ojos de la otra. Ariel acomodó un brazo y comenzó a acariciar la cara de Dominique, despacio, recorriendo la piel suave. Dominique la imitó, pasando su pequeña mano lentamente por la cara y el cuello de Ariel; instintivamente bajó hasta su cintura, subió un poco el suéter verde y tocó la piel tibia de su espalda. Ariel sintió el frío de los dedos de Dominique recorriéndola y eso la hizo delirar; levantó la cabeza, abrió los ojos, y sin pensarlo acercó su cara a la de ella y la besó. En ese momento Dominique reaccionó y se levantó de golpe. - Tenemos que volver. Ahora. - dijo, estrechándole la mano a su compañera que la miraba atónita desde el suelo. Ariel aceptó la ayuda, se levantó y volvieron en silencio hasta la casa.
Cuando ya estuvieron cerca, oyeron las voces de sus respectivas madres, preocupadísimas por el paradero de sus hijas; así que lo más silenciosamente posible entraron por la puerta trasera, y por suerte nadie las vio. Fueron al cuarto de Dominique, y se acostaron, fingiendo que dormían, para tener una excusa y poder argumentar que no habían escuchado llamado alguno. Casi por coincidencia, enseguida entró Mariano al cuarto y las vio dormidas; exhaló un suspiro de alivio y cerró cuidadosamente la puerta, para que las niñas no se despertaran.

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